Relato: “Entre la niebla y los gigantes verdes: mi día en el Parque Natural Chicaque”
El Parque Natural Chicaque es uno de esos lugares que parecen sacados de un sueño. Apenas crucé la entrada, la niebla me envolvió y el bullicio de la ciudad quedó atrás, reemplazado por el canto de las aves y el susurro de las hojas. Decidí iniciar el recorrido por uno de los senderos señalizados, rodeado de helechos arborescentes y árboles de más de 30 metros de altura. Cada paso era un descubrimiento: líquenes colgando como barbas, orquídeas diminutas ocultas entre el follaje y el suelo cubierto de una alfombra de musgo esponjoso (Bogotá Ilustrada, 2023; Redalyc, 2020).
En el camino, me crucé con un grupo de guías que compartían historias sobre los caminos indígenas que atraviesan el parque, usados por los muiscas para conectar aldeas y santuarios. Escuchar sobre la historia ancestral, mientras caminaba por esos mismos senderos, hizo que la experiencia fuera aún más especial. La biodiversidad es asombrosa: vi ardillas, escuché el aleteo de colibríes y, con suerte, alcancé a distinguir la silueta de un oso perezoso de dos dedos en lo alto de un árbol. Cada rincón del parque invita a la contemplación y al respeto por la naturaleza.
Al llegar al mirador del Pico del Águila, la vista era sobrecogedora: un mar de verdes en todas sus gamas y la niebla que subía desde el valle. Compartí el almuerzo con otros excursionistas, intercambiando anécdotas y recomendaciones. La caminata de regreso fue exigente, pero el esfuerzo valió la pena. Recomiendo llevar ropa cómoda, impermeable, abundante agua y una cámara para capturar la magia de este bosque de niebla. Chicaque es más que un destino; es una experiencia transformadora que nos recuerda la importancia de conservar nuestros ecosistemas y vivir en armonía con ellos.
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