Relato: Un día en el humedal Tierra Blanca, el corazón palpitante de Soacha
La mañana comenzaba clara cuando decidí explorar el humedal Tierra Blanca, uno de esos secretos verdes que resisten dentro de Soacha. Apenas crucé el puente improvisado sobre el agua, el ritmo de la ciudad fue reemplazado por el frescor del aire y el brillante reflejo del sol en las tranquilas lagunas. Caminando por el borde, descubrí senderos bordeados de totora y junco, donde bandadas de tinguas y pequeños patos nadaban entre las plantas acuáticas. El trino de las aves y el croar de las ranas marcaban el ritmo del lugar.
Recuerdo haberme sentado junto a unas rocas, desde donde vi cómo un grupo de líderes ambientales iniciaba una jornada de limpieza y siembra. Uno de ellos, don Omar, me explicó el enorme esfuerzo comunitario por recuperar Tierra Blanca, luego de años de abandono y basuras acumuladas. Contó cómo han involucrado colegios, jóvenes y familias en actividades de educación ambiental, logrando que el humedal recupere especies nativas y que los vecinos se comprometan activamente con su cuidado.
En esa mañana, observé niños usando binoculares, aprendiendo a identificar aves en compañía de sus maestros. “Aquí hemos visto tinguas bogotanas, garzas, iguanas y hasta zorros pequeños”, comentó una niña emocionada al mostrarme su lista de observaciones. Conversar con ellos me permitió comprender que el futuro de Tierra Blanca está asegurado si más personas se suman y respetan las normas de la naturaleza.
Antes de irme, aproveché para tomar algunas fotos de los espejos de agua y las aves posadas en los arbustos. El humedal Tierra Blanca es mucho más que un pulmón verde para Soacha: es una escuela viva, un refugio de biodiversidad y un símbolo de la fuerza del trabajo comunitario. Visitarlo invita a asombrarse, aprender y comprometerse con la protección de los últimos espacios naturales urbanos. Suma tu voz y tus acciones, porque la vida de Soacha también late en Tierra Blanca